Entrevista a Santiago Gómez-Villares Pérez-Muñoz, abogado y socio director de GVA Gómez-Villares & Atencia, en la revista Ejecutivos

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Charlando con Mauro Guillén, decano de la Cambridge Judge Business School y miembro del Queen’s College de la Universidad de Cambridge

Esta entrevista pertenece al nº6 de la newsletter: “Proyección exterior de la economía española”. Haz clic aquí para leer la newsletter completa.

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“Europa y EEUU deberían aumentar su influencia en África, que va a ser la segunda región más poblada y tiene un potencial económico considerable. Pero lo más importante es no aislar a China, sino sentarse a la mesa y ver cómo nos replanteamos las instituciones globales”. 
“La administración sigue apoyando la expansión internacional a través de ayudas crediticias, educación y apoyo a través de las oficinas comerciales en el exterior. Creo que es una estrategia adecuada. Quizás hagan falta más recursos”.

Mauro F. Guillén Rodríguez es un sociólogo, economista político y educador en gestión español. Desde marzo de 2021, es el Decano de la Cambridge Judge Business School y miembro del Queen’s College de la Universidad de Cambridge. Hasta julio de 2021, fue profesor Zandman en la Wharton School de la Universidad de Pensilvania y director del Centro Penn Lauder para la Educación e Investigación en Negocios Internacionales. Es el autor más vendido del Wall Street Journal de 2020: How Today’s Biggest Trends Will Collide and Reshape the Future of Everything (2020).

  • ¿Ha entrado la economía internacional en una fase “estructural” de desglobalización?

Pienso que el proceso de globalización es muy complejo y polifacético. Veo que continúa en términos culturales, estilos de vida, flujos de información, etc. En términos económicos y financieros estamos en un compás de espera. Las guerras comerciales y las constantes crisis ralentizan la globalización, pero también seguimos viendo que la economía mundial es interdependiente.

  • ¿Cree que vamos hacia un desacoplamiento, hacia la configuración de dos grandes bloques, uno democrático y occidental, liderado por Estados Unidos y la UE, y otro autoritario, liderado por China?

Esperemos que no. EEUU y China son las mayores economías y están interrelacionadas en términos de comercio, tecnología, inversiones y finanzas. Eso sí, China quiere establecer una esfera de influencia en África, Oriente Próximo, sudeste de Asia, Pacífico sur, e incluso América Latina. Creo que Europa y EEUU deberían aumentar su influencia en África, que va a ser la segunda región más poblada y tiene un potencial económico considerable. Pero lo más importante es no aislar a China, sino sentarse a la mesa y ver cómo nos replanteamos las instituciones globales. Eso sí, también hay que contar con India.

  •  ¿Prevé transformaciones profundas y a largo plazo en las cadenas globales de valor? ¿Asistiremos, como anticipan algunos autores, a un reforzamiento de fenómenos como el reshoring, acortamiento y acercamiento de las cadenas de suministro, regionalización, etc.?

Se harán más cortas, con más redundancias y fusibles, y muy regionalizadas. Pero el péndulo volverá a oscilar en sentido contrario puesto que creo que volveremos a cambiar de ciclo. También veo que las empresas van a mantener niveles de inventario mayores.

  • 2021 ha sido un año muy bueno para las exportaciones españolas, con una tasa de crecimiento superior a las exportaciones de la UE o la zona euro. ¿Qué previsiones cabe hacer para 2022?

Todo depende de la demanda interna y de la competitividad de la economía. Si la demanda interna se desacelera podemos ver un nuevo esfuerzo exportador. Si perdemos competitividad a raíz de la inflación, las exportaciones sufrirán.

  • ¿Hasta qué punto las empresas españolas se están viendo afectadas por los problemas de desabastecimiento, estrangulamientos, etc., en comparación por ejemplo con otros países de nuestro entorno?

Creo que las empresas españolas están sujetas a los mismos avatares que las europeas. Estamos en un mercado único y sobre todo en un espacio comercial común. Por ejemplo, la agricultura y la industria española se ha visto afectada por la guerra en Ucrania de la misma manera que las europeas.

  • A medio y largo plazo, ¿cree que las empresas españolas deben evaluar y reestructurar sus cadenas de suministro, para prever vulnerabilidades y riesgos en las mismas? ¿Debe la Administración desarrollar una estrategia de revisión de las cadenas de suministro a nivel nacional?

Sí, las empresas españolas tienen que cambiar su estrategia de suministro, al igual que las europeas. Creo que el gobierno y la administración tienen que concentrarse en ayudar con los suministros en sectores como la energía y los fertilizantes, pero dejar que las demás empresas tomen las decisiones que consideren más oportunas.

  • ¿Cómo valora las políticas de internacionalización que aplica España? ¿Qué sugerencias de cambios o innovaciones formularía? 

La administración sigue apoyando la expansión internacional a través de ayudas crediticias, educación y apoyo a través de las oficinas comerciales en el exterior. Creo que es una estrategia adecuada. Quizás hagan falta más recursos.

 

Entrevista exclusiva para Club De Exportadores e Inversores.

Hacia un sistema de inteligencia para la internacionalización

Por Enrique Fanjul, socio de Iberglobal y Carlos Pobre, doctor en Ciencias Económicas.

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Las relaciones económicas internacionales se han vuelto considerablemente más turbulentas en los últimos años. La pandemia, primero, y la guerra en Ucrania, en la actualidad, han provocado trastornos en las cadenas de suministro, problemas de abastecimiento, alzas de precios, etc., que han supuesto un elemento adicional de presión sobre la competitividad internacional de las empresas, hasta el punto de que muchas de ellas se están planteando relocalizar sus inversiones.  Estos acontecimientos recientes han acelerado muchas de las tendencias que se venían observando en los últimos años y han generado una enorme incertidumbre que se ha traducido en un nuevo patrón de riesgos internacionales, que tanto las empresas como los propios países han de gestionar.

En un contexto global de exceso de información, la inteligencia para la internacionalización aparece como solución óptima para abordar con éxito la entrada en los mercados internacionales y apunta en la buena dirección para la conformación de un auténtico sistema de inteligencia económica en el ámbito internacional, algo largamente aplazado en España con serias consecuencias en términos de competitividad y bienestar respecto a otros países.

Definir el concepto de inteligencia

El concepto de inteligencia presenta ambigüedades. Aunque, en esencia, supone la búsqueda y gestión óptima de la información y su tratamiento para que se convierta en algo útil a la hora de tomar decisiones y permita la acción tanto a las empresas como a los gobiernos, en la práctica el término se vuelve confuso tanto por la utilización de adjetivos diversos y excluyentes -por ejemplo, inteligencia económica frente a competitiva- como por su conversión en un auténtico cajón de sastre, en el que se incluyen aspectos que no tienen estrictamente que ver con la inteligencia, desde la seguridad física hasta la ciberseguridad.

En nuestra opinión, en el ámbito de los mercados internacionales, tanto desde la perspectiva de las propias empresas, grandes y pymes, como desde la correspondiente a los gobiernos encargados del diseño de las políticas económicas y de las instituciones y organismos encargados de velar por la competitividad internacional de nuestro país, el término adecuado es el de inteligencia para la internacionalización.

Así, la inteligencia para la internacionalización supondría una suerte de fusión en el ámbito internacional entre la inteligencia competitiva, propia de las empresas, y la inteligencia económica, tradicionalmente reservada en nuestro país a la actividad del gobierno y sus organismos.

De este modo, se podrían sentar las bases para el diseño de un auténtico sistema de inteligencia económica para la internacionalización en el que se puedan coordinar las distintas piezas de gran valor ya existentes, para lograr la optimización de la colaboración entre las empresas y los gestores públicos. Desde un punto de vista operativo, además de la búsqueda de mercados y de clientes solventes, con la consiguiente información sobre legislaciones y normas técnicas, de la identificación de competidores, del análisis de distribuidores y de nuevos proveedores y de la gestión de los riesgos geopolíticos, recientemente incorporados en los sistemas de vigilancia de muchas empresas, la inteligencia para la internacionalización adquiere una especial relevancia para la realización de due diligence. Entre otras tareas, la diligencia debida supone comprobar que los supuestos en los que una empresa se plantea una operación (el caso más frecuente sería una operación de inversión) son veraces, se corresponden con la realidad; que los riesgos son los identificados en principio y que no existen otros que pueden representar una desagradable sorpresa; y que se han valorado adecuadamente los posibles riesgos derivados de cambios políticos en el país en el que se va a invertir.

Una estrategia de empresa

La implementación de sistemas de inteligencia para la internacionalización requiere, en primer lugar, contar con la convicción del máximo responsable de la empresa o de la institución, para que toda la organización la entienda y la practique y no se reduzca a unos cuantos empleados o un determinado departamento. Además, es preciso contar con recursos humanos adecuados, capaces de obtener el máximo rendimiento a la abundante oferta de softwares de inteligencia que existe hoy en día, particularmente bajo la denominación de inteligencia competitiva. Estos softwares se presentan como herramientas para que las empresas obtengan la información sobre mercados, competidores, regulaciones, etc., mediante programas informáticos que rastrean y obtienen la información vía Internet.

Este tipo de herramientas tiene sin duda su utilidad. Pero hay que ser conscientes de que aportan inteligencia de una manera parcial. Por un lado, obtienen información de fuentes públicas, información que está en Internet. No pueden acceder por regla general a informaciones de carácter más reservado. Difícilmente un programa de este tipo podrá dar información a una empresa, por poner un ejemplo, sobre los niveles salariales de los empleados de una empresa que planea adquirir.

Por otro, es información “cuantitativa”: estadísticas, normas legales. Pero hay elementos “cualitativos” que pueden ser claves en una operación, y que ningún programa automatizado podrá valorar. Por ejemplo, un programa de software no podrá valorar si el potencial socio local de una empresa que estudia invertir en un país tiene las conexiones (con la Administración, con otras empresas) que afirma tener. No podrá valorar si, ante la proximidad de unas elecciones, un cambio en el gobierno puede suponer un cambio en la orientación de la política económica que incida en la actividad de la empresa.

Los programas de software, los ordenadores, los algoritmos, no pueden sustituir al factor humano para este tipo de análisis, que es complejo y que requiere que el analista considere informaciones diversas, indicios, y que hable con personas. Porque hoy por hoy el analista de inteligencia es el activo más importante, que requiere una formación adecuada a través de programas específicos que aborden las técnicas, metodologías y el propio entorno internacional. Por ello, uno de los aspectos más importantes a la hora de diseñar un sistema de inteligencia para la internacionalización es la existencia de un programa de formación continua que permita generar buenos analistas, permanentemente actualizados, para que puedan adaptarse a los cambios en las empresas y en el entorno.

Aunque la inteligencia para la internacionalización siempre ha sido necesaria, el actual panorama de disrupciones, elevada competencia y crecientes riesgos geopolíticos pone aún más de relieve su importancia y obliga a las empresas y a las Administraciones públicas a potenciar sus sistemas de inteligencia, pero de una manera más coordinada y sistemática.

Una coordinación que permita en primer lugar ordenar, sistematizar toda la información, clasificarla según los tipos de destinatarios que pueden acceder a ella. Entre estos destinatarios las empresas españolas ocupan lógicamente un lugar prioritario. Los servicios a los que pueden acceder las empresas, y los procedimientos que éstas deben seguir, tienen que estar bien definidos y organizados.

Potenciar el español, potenciar el Instituto Cervantes

Por Balbino Prieto, presidente de honor del Club de Exportadores e Inversores

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Parafraseando el título de un libro coordinado por el académico José María Merino y el periodista Álex Grijelmo, más de 590 millones de personas podemos leer este artículo sin necesidad de traducción. En efecto, el español cuenta con 493 millones de hablantes nativos, a los que hay que sumar 75 millones de usuarios con un nivel de conocimiento limitado y 24 millones de estudiantes. Hoy por hoy casi 600 millones de personas en todo el mundo pueden expresarse en español y, según las previsiones del Instituto Cervantes, en 2068 llegarán a ser 726 millones.

Debemos sentirnos orgullosos de que el español sea la segunda lengua de comunicación internacional, después del inglés. Es idioma oficial en 21 países (ordenados a continuación por número de habitantes): México, Colombia, España, Argentina, Perú, Venezuela, Chile, Guatemala, Ecuador, Bolivia, Cuba, República Dominicana, Honduras, Paraguay, Nicaragua, El Salvador, Costa Rica, Uruguay, Panamá, Puerto Rico y Guinea Ecuatorial. Pero no se puede obviar a los casi 42 millones de hispanohablantes que viven en Estados Unidos. Su importancia es tal que, si formaran una nación independiente, representarían la octava economía del mundo (sólo por detrás de Estados Unidos, China, Japón, Alemania, la India, el Reino Unido y Francia).

El español como instrumento diplomático

Un idioma no es sino un vehículo de comunicación y, por tanto, tiene tanto más valor cuanto mayor sea el número de personas que lo compartan. Desde el punto de vista diplomático, la lengua se percibe como un instrumento que permite proyectar de forma positiva la imagen de un territorio —cultura, valores políticos, bienes y servicios…— y que contribuye a fortalecer su posición en el mundo. Por ese motivo, la mayoría de los países desarrollados tratan de fomentar la promoción internacional de su patrimonio lingüístico. Francia e Italia son pioneras en este terreno, porque ya a finales del siglo XIX fundaron la Alliance Française y la Società Dante Alighieri. El British Council se creó en 1934, y el Goethe Institut, en 1951. España sería el último de los grandes países europeos en dotarse de un instituto cultural, pues el Cervantes no nacería hasta el año 1991.

Este retraso es elocuente del escaso interés que despierta en España la difusión internacional de nuestra lengua. Si echamos la vista atrás, la cuestión lingüística está dominada desde hace décadas por el empeño de las fuerzas nacionalistas en imponer la hegemonía de los idiomas autóctonos en sus respectivos territorios. Podríamos citar aquí decenas de ejemplos, pero el más reciente es la negativa del Gobierno de Cataluña a impartir el 25% del horario escolar —tan sólo el 25%— en castellano, tal como exige el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. Llegados a este punto, si nuestros dirigentes políticos son incapaces de proteger el uso de la lengua oficial del Estado dentro del territorio nacional, ¿cómo van a preocuparse de su expansión en el exterior?

Pero sí que existen motivos para la preocupación, porque España está perdiendo terreno en el mercado internacional de la lengua frente a otros competidores como México, Argentina o Colombia. Merece la pena detenerse en el caso de México. La Universidad Nacional Autónoma de este país cuenta desde hace cien años con un Centro de Enseñanza para Extranjeros que tiene como misión “universalizar el conocimiento sobre la lengua española y la cultura mexicana”. Pues bien, en 2020 este centro impartió cursos a más de 500.000 alumnos de setenta nacionalidades. México, además, lidera la concesión de certificados de conocimiento de español en Estados Unidos.

La demanda de español como lengua extranjera no para de crecer en todo el mundo: Estados Unidos, Brasil, la Unión Europea, el África subsahariana… Sin embargo, España no está aprovechando esta coyuntura tan favorable en beneficio de su posicionamiento exterior. Basta con mirar la red internacional del Instituto Cervantes. ¿Cómo es posible que sólo opere en 45 países? La Società Dante Alighieri tiene presencia física en 61, el Goethe Institut en 98, y el British Council y la Alliance Française en más de cien. La estructura internacional del Instituto Cervantes se antoja muy limitada para la proyección que tiene el español como lengua extranjera.


Fuente: El Orden Mundial (2020)

El Instituto Cervantes destina, además, escasos recursos a las dos regiones del mundo con mejores perspectivas económicas y demográficas a largo plazo, que son Asia-Pacífico y el África subsahariana. Por ejemplo, en China apenas hay dos centros Cervantes, uno en Pekín y otro en Shanghái, la mitad que en Italia (Roma, Milán, Nápoles y Palermo). En la India hay un solo centro (en Nueva Delhi), aunque existe el proyecto de abrir una extensión en Bangalore. En Pakistán y en Nigeria, con más de 200 millones de habitantes cada uno, no hay ninguna sede. Urge revisar la distribución geográfica de los recursos del Cervantes, que ahora mismo se concentran sobre todo en Europa, el norte de África y Brasil.

Otro aspecto en el que el Instituto debería profundizar es la cooperación con las empresas españolas implantadas en el exterior. Hace treinta años, nadie podía imaginar que España llegaría a tener varios miles de empresas multinacionales. Pero esas compañías representan hoy un vector nada desdeñable para la difusión de nuestra lengua y nuestra cultura, de manera que podrían surgir grandes sinergias de la colaboración público-privada.

España no es una potencia económica de primer nivel, ni posee una capacidad militar fuera de lo común ni alberga grandes reservas naturales; sin embargo, tiene el tesoro de la lengua española y debe explotarlo como un instrumento de diplomacia pública. Con ese objetivo se fundó el Instituto Cervantes, un organismo que merece una mayor dotación presupuestaria y una mayor agilidad burocrática para cumplir satisfactoriamente su misión.

El español es una lengua extraordinariamente pujante, pero no es patrimonio exclusivo de nuestra nación. De modo que, frente a la competencia legítima que ejercen otros países hispanohablantes, debemos redoblar los esfuerzos para que la enseñanza del español en el mundo redunde en beneficio de nuestra cultura, de nuestras empresas y de nuestra producción científica.