A la espera de la reactivación del comercio mundial

Antonio Bonet (presidente del Club)
Expansión
10 de septiembre de 2020

¿Va a ser el sector exterior de la economía española quien nos saque de la crisis, igual que ocurrió en la del 2008? Pensamos que a corto plazo la exportación española de bienes y servicios no va a tener el suficiente dinamismo para ello. Hay un factor exógeno y dos endógenos en los que se basa nuestra opinión.

Antes de profundizar en estos factores, repasemos lo que ha ocurrido desde la crisis financiera. Entre 2010 y 2019 la exportación española de bienes y servicios ha crecido nada menos que un 70%, alcanzando los 430.000 millones de euros. En 2009 suponía únicamente el 23% del PIB; el año pasado alcanzó el 35%. Es decir, el sector exterior de la economía española es relativamente mayor en España que en otros países de nuestro entorno como el Reino Unido, Francia o Italia.

Pero la pandemia ha alterado por completo la situación de la economía y del comercio mundial. Es altamente improbable, según las previsiones del Fondo Monetario Internacional y de la Organización Mundial del Comercio, que el PIB global y los flujos de comercio transfronterizos vayan a recuperar en 2021 los niveles de 2019. Por tanto, el tamaño del mercado mundial se va a reducir y, en consecuencia, se redoblará la competencia entre los distintos actores internacionales.

Ante este escenario, el sistema productivo español va a sufrir de forma más acusada las características particulares de la “coronacrisis” (por ejemplo, las restricciones de movilidad internacional, que tienen un impacto directo en los servicios turísticos). La crisis económica está siendo más profunda en España que en otros países de nuestro entorno, lo que implica una mayor pérdida de tejido productivo.

Nos enfrentamos hoy en día a una gran incertidumbre política y económica que indudablemente afecta a los flujos de comercio e inversión mundiales. ¿Quién va a ser el próximo presidente de Estados Unidos? Cobra especial relevancia la oportunidad que se presenta para que las actuales tendencias proteccionistas sean revertidas. Indudablemente, el comercio mundial saldría ganando si el inquilino de la Casa Blanca respeta el sistema de reglas multilateral, desbloquea el funcionamiento de la OMC y concibe los intercambios comerciales no como un juego de suma cero, sino como una fuente de prosperidad y de estabilidad. De lo que ocurra con las elecciones en Estados Unidos dependerá también que puedan retomarse las negociaciones del acuerdo de libre comercio UE-Estados Unidos.

Otro factor de incertidumbre y preocupación proviene del brexit. El Reino Unido es nuestro quinto destino de exportación de bienes, el segundo destino de la inversión española en el mundo y el primer emisor de turistas a nuestro país. El 31 de diciembre termina el periodo de transición entre la Unión Europea y Gran Bretaña y no parece que las negociaciones avancen de forma esperanzadora. Confiamos en que, si las autoridades comunitarias y británicas no llegan a un acuerdo, sean flexibles durante 2021 a la hora de gestionar las relaciones bilaterales.

A todo ello se suman otros fenómenos que no se resolverán a corto plazo como, por ejemplo, la tendencia a la desglobalización, que se ha acelerado durante la pandemia; o la guerra por la supremacía económica mundial entre Estados Unidos y China, que indudablemente tendrá efectos en la Unión Europea. Y no podemos olvidar las incertidumbres sanitarias. ¿Se producirán rebrotes que retrasen la recuperación económica? ¿Cuándo se podrá disponer de vacunas?

En cuanto a los factores endógenos, un análisis de la estructura de nuestro sector exterior muestra que no es la más adecuada para afrontar con éxito a corto plazo esta crisis tan especial. Por una parte, nuestra exportación está excesivamente concentrada en la UE, que absorbe un 66% de nuestras ventas de bienes. Es cierto que es un mercado de alto poder adquisitivo, pero con escaso crecimiento y muy golpeado por la “coronacrisis”. A los mercados más dinámicos del mundo (por ejemplo, Sudeste y Asia Oriental y África) destinamos únicamente el 13% de nuestras ventas de productos. Y Estados Unidos, Japón y China reciben sólo el 8% de nuestra exportación, a pesar de que estos tres países representan el 28% de la importación mundial.

Si analizamos la composición de nuestro sector exterior, el turismo supone el 16% del total de la exportación de bienes y servicios. Además, la crisis económica mundial, unida a un estado generalizado de incertidumbre, retraerá por un tiempo tanto la inversión empresarial como el consumo. En este contexto, dos sectores muy importantes de la cesta exportadora española (automóvil y bienes de equipo, que sumaron el año pasado más de un tercio del total de nuestras ventas al exterior) no van a remontar a corto plazo. De enero a junio, las exportaciones del sector automóvil han disminuido un 29,9%, y las de bienes de equipo, un 21,5%.

Una tercera característica de la estructura de nuestro sector exterior es su excesiva concentración en muy pocas empresas. El número de exportadores habituales (aquellos que han exportado durante los últimos cuatro años) apenas supera los 50.000. Es cierto que esta cifra ha crecido en los últimos años, pero sigue siendo una ínfima parte de las empresas españolas.

El segundo factor endógeno que dificulta que el sector exterior lidere la recuperación es la pérdida de dinamismo que viene experimentando. El aumento de las exportaciones de mercancías en 2018 se situó en el 2,9%, y en 2019 en el 1,8%. En ambos ejercicios, el crecimiento de las exportaciones españolas fue inferior al de la media de la zona euro, con la consiguiente pérdida de cuota de comercio internacional frente a nuestros principales competidores. Sin embargo, nada comparable con lo ocurrido en el primer semestre de este año. De enero a junio, las exportaciones de mercancías se han desplomado un 15,8%, nuevamente por debajo de la media de la UE (-12,5%).

A pesar de todo, hay motivos para ser optimistas a medio plazo. La UE sigue trabajando para ampliar su red de acuerdos de libre comercio. El 1 de agosto entró en vigor el acuerdo con Vietnam, y esperamos que pronto lo hagan el tratado suscrito con Mercosur y el renegociado con México. Asimismo, están en estos momentos en negociación los tratados con Australia y Nueva Zelanda. Está comprobado que este tipo de acuerdos son beneficiosos para nuestra exportación.

España puede presumir de haber logrado modificar su patrón de crecimiento en los últimos años. Tras la dura prueba que supuso la crisis del 2008, contamos con un modelo más robusto, sofisticado y sostenible a largo plazo, precisamente por estar basado en el comercio exterior. Las empresas españolas con actividad internacional tienen claro que la internacionalización es un elemento indispensable para el desarrollo de su negocio.

Hay materia prima para aumentar el número de empresas internacionalizadas. Mencionábamos antes que el número de exportadores habituales apenas supera los 50.000. Esta cifra supone únicamente una cuarta parte del total de empresas que se han aventurado a realizar, aunque de forma irregular e inconstante, alguna operación de venta al exterior. Por tanto, debería ser posible más que duplicar el número de exportadores habituales, que son los que aglutinan el 98% de la exportación de bienes.

Desde el Club de Exportadores e Inversores queremos transmitir un mensaje alentador a la sociedad española: las empresas internacionalizadas españolas seguirán trabajando para sacar a España de esta crisis, tal como hicieron hace diez años. Ahora bien, es seguro que necesitarán del impulso de reformas estructurales y de medidas que refuercen nuestra competitividad.