Brasil: alto potencial de crecimiento y voluntad de apertura
Antonio Bonet (presidente del Club)
Empresa Exterior
20 de noviembre de 2019
Mapa de Brasil. Fuente: Google Maps
Pronto se cumplirá un año de la toma de posesión de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil. Hay que recordar que el mandatario ha asumido el poder en una coyuntura económica compleja, después de una dura recesión en 2015 y 2016. Desde entonces, el país registra un crecimiento débil, sin que haya podido recuperar todavía los niveles previos a la crisis.
No obstante, las autoridades brasileñas cuentan con una agenda económica atractiva, que está llamada a rendir frutos en el medio plazo. Por ejemplo, se han propuesto mejorar el clima de negocio, con el objetivo puesto en colocarse en 2022 en el top 50 del índice Doing Business que elabora el Banco Mundial (actualmente ocupa la posición 124). Esto requerirá importantes modificaciones regulatorias, por ejemplo en el sistema fiscal y el mercado laboral.
Igualmente, existe la voluntad de realizar un amplio programa de privatizaciones que afecta a diversos sectores, entre ellos las infraestructuras, la energía y las telecomunicaciones. Existe un amplio consenso entre los economistas en Brasil de la necesidad de ambas políticas: la mejora del clima de negocio y las privatizaciones. Ahora bien, en los dos casos, será necesario que el Gobierno alcance acuerdos con otros partidos políticos, lo cual dada la situación política no parece fácil.
Se trata de propósitos que exigen de una apertura al exterior de la economía brasileña, cuya tasa de apertura no llega al 25% del PIB. A este respecto, el reciente acuerdo de libre comercio alcanzado por la Unión Europea y Mercosur, tras veinte años de negociaciones, tendrá con seguridad un impacto positivo para Brasil en términos de PIB. No en vano, las previsiones apuntan a un crecimiento de hasta 125.000 millones de dólares en quince años, un incremento del empleo hasta los 778.400 puestos de trabajo en diez años y un aumento de las exportaciones a la Unión Europea del 23,6% en el mismo plazo.
La economía brasileña registra generalmente superávit en su balanza comercial. El año pasado, las exportaciones de mercancías ascendieron a 240.000 millones de dólares, mientras que las importaciones rondaron los 180.000 millones. China, Estados Unidos y Argentina figuran entre sus socios comerciales más importantes. En la cesta exportadora brasileña sobresalen las materias primas, como la soja, el mineral de hierro y el petróleo crudo. Por el lado de las importaciones, destacan los hidrocarburos, el material mecánico y eléctrico, y los vehículos.
Si analizamos el comercio de mercancías entre España y Brasil, vemos que la tasa de cobertura se ha desequilibrado en los últimos años, pasando del 100% en 2014 al 50% en 2018. En efecto, el año pasado las importaciones españolas, por un valor total de 4.834 millones de euros, duplicaron a las exportaciones, que ascendieron a 2.424 millones. Brasil vende a España, fundamentalmente, productos alimentarios y petróleo sin refinar, mientras que las exportaciones españolas tienen como principales partidas los productos químicos, los bienes de equipo y el petróleo refinado.
La balanza, en cambio, se invierte en lo que respecta al comercio de servicios. En este epígrafe, las exportaciones españolas ascendieron el pasado año a 1.408 millones, superando ampliamente las importaciones, cuyo monto se situó en 644 millones.
En términos de inversión extranjera directa, España es el segundo inversor extranjero en Brasil, con un stock que supera los 40.000 millones de euros. No obstante, nuestras inversiones se encuentran hoy en niveles similares a los de hace diez años. En relación con este punto, tanto los planes de privatización del Gobierno Bolsonaro como la entrada en vigor del acuerdo UE-Mercosur deberían suponer dos importantes incentivos para que nuestras empresas aumenten su presencia en este mercado.
Afortunadamente, oportunidades de negocio no faltan en el país, como se pone de manifiesto en la estrategia PASE de la Secretaría de Estado de Comercio. Este plan clasifica a Brasil como país prioritario para nuestras empresas e identifica los siguientes sectores estratégicos: productos agroalimentarios, biotecnología, ingeniería, servicios medioambientales, tecnologías de la información y de la comunicación, infraestructuras, energías renovables, petróleo y gas, saneamiento, ciudades inteligentes, sistemas satelitales y sistemas de protección de fronteras, entre otros.
Para cualquier empresa, tener la posibilidad de acceder a grandes mercados favorece sus economías de escala. Y este es uno de los rasgos de identidad de Brasil, cuyo potencial de crecimiento de su economía a largo plazo es enorme. Se trata del quinto país más poblado (210 millones de habitantes) y el quinto más extenso (8,5 millones de kilómetros cuadrados, esto es 17 veces la superficie de España). Cuenta además con una clase media consolidada, una mano de obra bien cualificada, un sistema productivo diverso y una riqueza natural exuberante. Si a ello se suma la buena percepción de España y de sus empresas, es previsible que los desequilibrios apuntados se vayan corrigiendo para dar paso a una brillante etapa en la relación comercial de los dos países.