Estados Unidos, un aliado estratégico para España

Ramón Gascón (miembro de la Junta Directiva del Club)
Diarios del grupo Vocento
11 de diciembre de 2019

En una época caracterizada por el signo de la mistificación, en la que los perfiles de las ideologías parecen haberse difuminado y reina la confusión en la dinámica de los bloques (de hecho, un régimen comunista como el chino se nos presenta como defensor del libre comercio, mientras que Estados Unidos enarbola ahora la bandera del proteccionismo), deberíamos intentar buscar puntos en el horizonte para no desorientarnos y saber adónde debemos dirigirnos. Y en este análisis, el recurso al sentido común y al sentido práctico nos ayudaría mucho.

Si apelamos al sentido común, todo nos indica que sería bueno para España fortalecer los lazos bilaterales con los Estados Unidos. No en vano mantenemos con este país fuertes lazos históricos y culturales que se remontan a más de 300 años, amén de ser una sociedad cercana a la nuestra, que preserva los valores democráticos. Pero si además aplicamos un sentido práctico a nuestro análisis, el resultado nos muestra bien a las claras que debemos hacer todo lo posible por preservar los intereses económicos que tenemos en aquel país.

Estados Unidos es el primer cliente extracomunitario de la economía española. En 2018 vendimos a ese mercado 12.791,1 millones de euros en mercancías y 8.276 millones en servicios. Y aunque la balanza comercial es ligeramente favorable a ellos (13.151,9 millones frente a 12.791,1 millones), en servicios es ampliamente superior para nosotros (8.276 millones frente a 5.302 millones).

El gigante norteamericano es el segundo destino de la inversión española en el mundo, con un stock que supera los 73.000 millones de euros. Pero, además, las empresas estadounidenses mantienen en nuestro país inversiones directas por valor de 70.000 millones de euros, lo que se traduce en actividad, riqueza y empleo dentro de nuestras fronteras.

No obstante, y con ser relevantes los flujos de bienes, servicios y capitales que España mantiene con Estados Unidos, apenas si revelan el enorme potencial que para nuestros intereses empresariales y financieros representa un mercado de 328 millones de habitantes con una renta per cápita cercana a los 60.000 dólares anuales y un PIB que equivale a la cuarta parte de toda la riqueza que se genera en el planeta.

El país norteamericano es, además, el primer mercado de importación mundial, tanto de bienes como de servicios, y presenta claras oportunidades en múltiples sectores, como el agroalimentario, las infraestructuras, la moda, las energías renovables o las industrias culturales, como corresponde a un país con una población cercana a los 60 millones de hispanohablantes, prácticamente el 20% del total.

Es cierto que la Administración Trump ha adoptado una política comercial muy proteccionista y agresiva con respecto a Europa, que se ha manifestado, por ejemplo, en la congelación del TTIP (el acuerdo comercial que negociaban los dos bloques) o la imposición de aranceles al acero y al aluminio. Las tensiones se han hecho notar también en otros aspectos que resultan cruciales para el equilibrio de fuerzas mundial, como es la política de defensa en Europa. A este respecto, se recordarán las reservas que mantiene Estados Unidos sobre la necesidad de que los países europeos incrementen sustancialmente la financiación de una estructura militar como la OTAN.

Ahora bien, a pesar de estos desencuentros, hay que decir que no todos los países europeos se han visto afectados de la misma manera y con la misma intensidad por esa consigna del “American first” que trajo Trump a la Casa Blanca. De hecho, mientras que productos agroalimentarios españoles han sido blanco de sus políticas arancelarias, no ha ocurrido lo mismo con los de otros países de la Unión Europea, lo que pondría de manifiesto un criterio selectivo, fruto sin duda de aproximaciones y negociaciones de carácter bilateral.

Todo ello nos lleva a formular una reflexión: en vista de cómo se suceden los acontecimientos, y considerando las salvedades con determinados países que Estados Unidos está haciendo a la hora de aplicar sus recetas proteccionistas, pensamos que España no debería depender al 100% de la Unión Europea en lo que respecta a la definición y dirección de sus relaciones exteriores. Tenemos que movernos y tener voz propia. Más allá del comercio, España debe fortalecer sus relaciones bilaterales con Estados Unidos en todos los ámbitos con el fin de estar en una mejor posición negociadora para prevenir perjuicios adicionales a nuestro sector exportador en caso de que aumente la escalada proteccionista. Y ésta es una tarea que debería imponerse el próximo Gobierno en su agenda de política exterior.

El año que viene habrá elecciones presidenciales en Estados Unidos, y aunque no sabemos si Donald Trump seguirá en el poder o no, cabe prever que la política comercial de Estados Unidos no cambiará de la noche a la mañana. Por tanto, asumamos desde este mismo momento la realidad e intentemos jugar nuestras cartas de la mejor manera posible. De ello depende el futuro de muchas empresas españolas y gran número de empleos.