La internacionalización como palanca de recuperación y crecimiento
Antonio Bonet (presidente del Club) y Rafael Ruiz-Villar (coordinador del Comité de Reflexión sobre Internacionalización del Club)
El Economista
9 de enero de 2021
La importancia que puede y debe desempeñar el sector exterior español en la superación de la actual crisis económica, derivada de la terrible pandemia que padecemos, se puso de manifiesto recientemente en Madrid con motivo de la IV Cumbre de Internacionalización. Este evento empresarial ha sido impulsado por las principales organizaciones empresariales españolas —Club de Exportadores e Inversores Españoles, Cámara de Comercio de España, Foro de Marcas Renombradas Españoles, CEOE y Asociación Española de Directivos—, con el inestimable respaldo y presencia de Su Majestad el Rey.
A diferencia de otros actos públicos que conforman la agenda institucional y empresarial, la mayor parte de los cuales están actualmente marcados por un tono de crítica, este cónclave de la internacionalización se distinguió por estar concebido en positivo, alternándose los datos y los análisis con las reflexiones serenas acerca de un sector estratégico en el que empresas e instituciones tenemos puestas grandes expectativas de cara a retornar a la deseada senda del crecimiento.
Conviene recordar que la internacionalización fortalece la posición competitiva de las empresas, las hace más resilientes y las ayuda a generar empleo de más calidad. No perdamos de vista que el incremento de sus ventas vía exportación constituye uno de los principales motores para la creación de empleo. La prueba de lo que podríamos llamar el “círculo virtuoso de la internacionalización” la tenemos en el periodo que se abrió a partir de 2008. De ser hasta entonces una palanca coyuntural que muchas empresas solo lo activaban como elemento contracíclico, para contrarrestar las caídas en el mercado doméstico, se convirtió en motor de crecimiento estructural.
En estos últimos diez años, las exportaciones de bienes y servicios han experimentado un crecimiento constante, lo que nos ha permitido alcanzar en 2019 el máximo histórico, con unas ventas superiores a los 400.000 millones, nada menos que el 35% del PIB. Además, la sólida posición inversora de nuestras empresas en el exterior, con un stock cercano a los 500.000 millones de euros, ha situado a nuestro país entre las economías más internacionalizadas del mundo.
Desgraciadamente, esta dinámica positiva se ha visto frenada desde el pasado mes de marzo por la irrupción de la pandemia. Con datos de octubre de 2020 (últimos de que disponemos), el volumen de intercambios de mercancías con el exterior ha retrocedido a niveles de 2016. La recuperación de la actividad internacional de nuestras empresas no será inminente porque aún no se ha superado la crisis económica mundial, persisten importantes niveles de incertidumbre y continúan activas muchas restricciones a la movilidad internacional que entorpecen el desarrollo de la actividad exportadora.
A pesar de las circunstancias, y lejos de caer en el desánimo, las empresas siguen viendo en la internacionalización la mejor alternativa para asegurarse no solo la supervivencia, sino el crecimiento futuro. A este respecto, un estudio de la consultora KPMG realizado para la Cumbre de Internacionalización sobre una muestra de 500 directivos [descargar estudio en PDF] pone de manifiesto que tres de cada cuatro empresas encuestadas exploran actualmente nuevas oportunidades en los mercados exteriores y, en ese sentido, la crisis del COVID-19 podría suponer un impulso adicional para la expansión internacional de las empresas españolas.
Como compendio de las reflexiones y visiones expresadas en la Cumbre, las cinco organizaciones empresariales convocantes elaboraron un manifiesto de diez puntos que consideran necesarios para el desarrollo exterior de nuestra economía [descargar manifiesto en PDF]. Todas sus propuestas son el resultado de una síntesis de las necesidades de mejora expresadas por las propias empresas en el citado estudio de KPMG, así como las reflexiones de profesionales y especialistas institucionales y empresariales sobre este campo.
Como señalábamos al principio, se trata de una declaración elaborada con el propósito de aportar y de construir, y que constata que España cuenta ya con instrumentos adecuados para el impulso del sector exterior, si bien resulta necesario, ante la profundidad de la crisis, revisarlos y potenciarlos. De hecho, dos de las propuestas contenidas en el manifiesto apuntan a que es necesario dotar a la Administración Comercial del Estado de recursos suficientes, así como que se deben incrementar, o al menos mantener, los beneficios fiscales y los instrumentos financieros, tan necesarios para elevar la competitividad de las empresas españolas, y en especial de las pymes. Las otras ocho propuestas tienen que ver con la organización u ordenación de las políticas y los esfuerzos que ya están en marcha desde el plano institucional.
Así ocurre, por ejemplo, cuando se aconseja que la internacionalización debe ser una prioridad de nuestra política económica, situada al mismo nivel que la digitalización o la sostenibilidad, o se recuerda la necesidad de intensificar la colaboración público-privada en el diseño de políticas e instrumentos de internacionalización y la búsqueda de sinergias de las distintas administraciones y organismos competentes. Y lo mismo ocurre en cuanto a la necesidad de desarrollar una cultura de la internacionalización en nuestra sociedad, actuando desde estadios tempranos en el propio sistema educativo. Igualmente se recomienda seguir defendiendo el multilateralismo y multiplicar esfuerzos para mejorar la imagen exterior de nuestro país. Las cinco organizaciones convocantes consideran esencial que las empresas inviertan en tecnología, marca, diseño e innovación, con objeto de competir no en precio, sino en sofisticación y diferenciación.
En definitiva, todas estas recomendaciones se encauzarían convirtiendo la internacionalización en una política de Estado, haciendo posible que todos los esfuerzos públicos y privados converjan y apunten en una misma dirección. En ese sentido, los fondos europeos para la recuperación deben contribuir a favorecer la mejora de la competitividad de nuestras empresas y el marco de su actividad exterior y, con él, la rápida recuperación de la economía y el empleo.
Esperemos, pues, que todo este conjunto de propuestas e ideas, basadas en la experiencia de nuestras empresas y nuestros técnicos, no solo inspiren las políticas económicas del Gobierno, sino que además se traduzcan en medidas concretas para favorecer que el sector exterior vuelva a ser el motor del crecimiento.