Empresas más grandes, mayor potencia exportadora
Tribuna de Balbino Prieto, presidente de honor del Club de Exportadores e Inversores Españoles
Expansión
11 de agosto de 2023
Una de las reivindicaciones tradicionales del Club de Exportadores e Inversores como principal organización representante de los intereses del sector exterior español es el aumento de la base exportadora. En España se calcula que existen unos 3 millones de empresas activas y, sin embargo, no llega a 190.000 el número de empresas que el año pasado vendieron mercancías en el exterior. De esa cifra, poco más de 57.000 pueden ser consideradas exportadores regulares (con actividad ininterrumpida durante los últimos cuatro años). Y si apuramos aún más las estadísticas, observamos que apenas 177 compañías generaron el 46% del total de las exportaciones de bienes en 2022.
Sin duda, es necesario seguir trabajando para incorporar a más empresas a la base exportadora, pero tanto o más importante es fomentar el aumento de tamaño de las pymes, porque la experiencia demuestra que el tamaño supone un factor determinante para la internacionalización.
Cuanto más pequeña es una empresa, menores son sus economías de escala, más reducido es su mercado potencial y más limitada resulta, por tanto, su propensión exportadora. En cambio, a medida que una empresa se hace más grande, aumenta la probabilidad de vender en el exterior y también se incrementa el peso de las exportaciones sobre las ventas totales. Ello explica, por ejemplo, que las empresas del IBEX 35 obtengan de media dos terceras partes de su facturación fuera de España.
Pero el IBEX 35 no es representativo de la realidad del tejido empresarial español, que está compuesto mayoritariamente por sociedades de muy reducido tamaño, más pequeñas que sus homólogas europeas. Según datos de Eurostat, el 94,4% de las empresas españolas tiene menos de diez empleados (microempresas), mientras que apenas el 0,1% cuenta con 250 trabajadores o más (grandes empresas). En Alemania, en cambio, las microempresas representan el 84,4% del total y la cifra de grandes empresas asciende al 0,4%.
Nuestras autoridades públicas son conscientes de que el tamaño medio de la empresa española supone un lastre para afrontar el reto de la internacionalización y, en ese sentido, el ICEX puso en marcha hace años, junto con el Círculo de Empresarios y la Fundación Innovación Bankinter, el programa Cre100do para promover el crecimiento de pequeñas y medianas empresas. Se trata de una iniciativa excelente y que ha favorecido a decenas de compañías desde su fundación en 2014, pero que se antoja insuficiente para atender a todas las pymes de nuestro país.
Si convenimos en que la existencia de empresas de cierta dimensión es beneficiosa para una economía (por la creación de riqueza, por la generación de empleo, por el pago de impuestos, por la dinámica exportadora…), deberíamos dotarnos de un marco regulatorio propicio para el crecimiento empresarial. Sin embargo, en España ocurre más bien lo contrario: los empresarios encuentran claros desincentivos para el aumento de tamaño de sus negocios. Sin ir más lejos, a partir de cierto nivel de ventas, de número de empleados y de capital social, existe la obligación de auditarse. A partir de 50 empleados, hay que contar con un comité de empresa, diseñar planes de igualdad, reservar un cupo de puestos de trabajo para personas con discapacidad… A ello se suma el hecho de que las pequeñas empresas tributan a un tipo menor en el impuesto de sociedades y tienen acceso a subvenciones y ayudas que no están disponibles para las grandes.
El nuevo Gobierno surgido de las elecciones del 23 de julio debería marcarse como objetivo prioritario la supresión de las barreras regulatorias al crecimiento de las pymes y el establecimiento de incentivos para la fusión de empresas, ya sean fiscales, laborales, para la formación de los empleados, para la innovación…
Por otro lado, y tomando como modelo la exitosa experiencia del programa Cre100do, sería razonable aprovechar la capilaridad de la red de Cámaras de Comercio para impulsar el aumento de tamaño de las pymes y para persuadir a los empresarios de que las fusiones, lejos de suponer una fuente de problemas, pueden ser una herramienta adecuada para ganar en competitividad.
Desde la crisis de 2008-2012, España ha conocido un crecimiento extraordinario en términos de internacionalización, pero las estadísticas reflejan que las grandes empresas siguen siendo el principal motor de la exportación. Si fuéramos capaces de conseguir pymes más grandes y más competitivas de cara a los mercados internacionales, estaríamos en condiciones de lograr otro salto cualitativo como potencia exportadora.