Afrooptimismo

Jesús Jiménez (coordinador del grupo de trabajo sobre África del Club)
Expansión
5 de septiembre de 2018

Como consecuencia de factores de carácter político y socioeconómico, el continente africano ha estado marcado por el estigma de opiniones pesimistas. Cuando hablamos de África, palabras como hambruna, deuda, conflicto o dictadura tienden a asociarse a los 54 estados que conforman la región y evocan una imagen distorsionada y alejada de la realidad por la que atraviesa el continente.

El paso de los años ha traído mejoras en el ámbito político y socioeconómico que nos permiten vislumbrar los fundamentos del afrooptimismo. Recientes acontecimientos como la suspensión de las elecciones presidenciales por el Tribunal Supremo de Kenia, con su consiguiente repetición sin graves altercados, la renuncia del presidente de Zimbabue, las reformas económicas en Angola o la creación de una zona de libre comercio son claros ejemplos de que algo está cambiando en África.

Desde la perspectiva empresarial, África se revela como un mercado de oportunidades que observamos a través de cuatro dinámicas dominantes en el continente, dos internas y dos externas: la apuesta bilateral y multilateral por los mercados africanos; los flujos de capital privado hacia África; los procesos de industrialización; y el marco de integración regional.

Los planes bilaterales de las principales potencias económicas y de los organismos multilaterales determinan la primera de las dinámicas, pues están reforzando un discurso en pro del desarrollo de sectores emergentes y relegando la concepción clásica de la cooperación al ámbito de la solidaridad.

Los primeros persiguen sus intereses en el marco de una guerra económica global. Alemania, Francia, Estados Unidos, China, Japón o India han puesto en marcha acciones diplomáticas y comerciales, así como instrumentos de inversión y financiación para reforzar su presencia en los mercados africanos. Véase como ejemplo la iniciativa de Alemania al lanzar su plan para África integrándolo en el programa del Compact with Africa durante su periodo de presidencia del G-20, lo que les permitió marcar como prioritarios mercados estratégicos para la economía alemana; o el caso de la Agencia de Cooperación Francesa, que actúa como verdadero promotor de inversiones.

Por su parte, los organismos multilaterales, en una apuesta renovada por el modelo del Big Push, se han volcado en la inversión para el desarrollo de infraestructuras e industria a través de programas dotados de mecanismos financieros y garantías. Dado el déficit existente en infraestructuras, se estima que África mantiene una demanda de inversión entre 130.000 y 170.000 millones de dólares anuales. De especial interés para la empresa española es el Plan de Inversión Exterior de la Unión Europea, que pretende movilizar recursos por valor de 44.000 millones de euros.

Canalizar la inversión

La segunda dinámica la encontramos en los flujos de capital privado que está generando una incipiente atracción en los mercados financieros y nos resulta útil como indicador del crecimiento de estos mercados. Se estima que la inversión directa en el continente es superior a los 93.000 millones de dólares anuales, con tendencia a aumentar como consecuencia de la mejora de la seguridad jurídica y financiera en algunos países y la apuesta por la estabilidad política regional. Esto ha propiciado la aparición de la banca privada internacional y de fondos especializados sectorialmente que canalizan la inversión extranjera en proyectos y empresas locales, complementando el modelo tradicional de financiación pública a través de IFIs e instrumentos soberanos. Destacan especialmente las inversiones que se están produciendo en el sector estratégico de la banca. Capital privado ruso, japonés o indio son los últimos en llegar, uniéndose al de origen chino o árabe, cuyos destinos prioritarios han sido los sistemas bancarios de Angola, Marruecos, Nigeria, Kenia y Sudáfrica.

La tercera dinámica se enmarca en los procesos de industrialización que han puesto en marcha varios países. En la actualidad, la región subsahariana es la que más crece del mundo en este aspecto, junto con el sudeste asiático. El fomento de la industrialización vuelve a formar parte de la agenda política de África, teniendo su base en un vigoroso fenómeno del crecimiento urbano que se está produciendo en las principales ciudades africanas, siendo actualmente la región del mundo con mayor desarrollo urbano. Las previsiones indican que para 2050 la mitad de la población africana vivirá en ciudades, mientras que en 1990 la población urbana apenas representaba un tercio. Se prevé que en el año 2100 haya 13 ciudades africanas que estarán entre las metrópolis más pobladas del mundo; entre otras, Lagos, Kinshasa, Dar Es Salaam, Nairobi, Lilongüe, Kampala, Lusaka, El Cairo o Adís Abeba.

Además de los consabidos ejemplos de Marruecos, Nigeria o Sudáfrica, con un proceso de industrialización avanzado, otros países como Costa de Marfil, Ghana, Etiopía, Kenia o Ruanda están sabiendo aprovechar su posición geoestratégica en las cadenas de valor regional y global para el desarrollo local de polos industriales.

Por último, el marco de integración regional por el que atraviesa el continente está acelerando el desarrollo económico. África cuenta con más de 200 organizaciones regionales –el mayor número entre los cinco continentes–, lo que refleja la existencia de una clara voluntad política. La creación de una zona de libre comercio, suscrito por 49 estados, pone las bases de un mercado interno con múltiples oportunidades para el comercio, la logística y la distribución interregional de energía. El Banco Africano de Desarrollo ya tiene identificados grandes proyectos trasnacionales para la vertebración del continente a través de corredores logísticos –carreteras y ferrocarriles– y redes de transmisión eléctrica.

En definitiva, África se encuentra en una clara tendencia al optimismo, pero que todavía no eclipsa los retos y peligros que amenazan al continente. El terrorismo internacional, la dependencia de los precios de las materias primas o la pobreza continuarán copando las prioridades de estos países, si bien es indudable que África está cambiando.

Desde el Grupo de Trabajo para África del Club de Exportadores e Inversores somos conscientes de dicha realidad, y queremos contribuir al fomento de la relación de España con los países africanos. Por ello, es necesario comenzar cambiando la percepción de los mercados africanos como algo lejano, arriesgado y complejo de entender.

La cercanía geográfica de España con el continente africano, en especial con África Occidental, debería ser un factor determinante para una mayor presencia de las empresas españolas en esta región. A diferencia de otros países de nuestro entorno, la Marca España tiene todavía una visibilidad reducida. Del mismo modo, el nuevo Gobierno debería decidirse a realizar una apuesta firme por los mercados africanos. No se trata de participar en nuevo Reparto de África, se trata de estimular las relaciones con los países africanos a través del comercio y la inversión en un momento en el que los países de nuestro entorno, los organismos multilaterales, los mercados financieros y los propios africanos apuestan por el futuro del continente.