La internacionalización como política de Estado

Antonio Bonet (presidente del Club)
Expansión
12 de junio de 2018

El sector exterior se ha convertido en los últimos nueve años en el principal pilar que ha sustentado el crecimiento de la economía española. Hemos incrementado la exportación de bienes y servicios en más de un 60%, hasta alcanzar 400.000 millones de euros. Hablamos nada menos que del 34% del PIB, cuando en 2009, en los albores de la crisis, sólo representaba el 23%. Se trata de ratios que superan incluso a países como Italia, Francia o Reino Unido.

La exportación es buena para las empresas porque incrementan sus ingresos y, en su caso, los beneficios; pero además por diversificar el riesgo y mejorar su competitividad. Para la economía española constituye un excelente modo de aumentar la base impositiva, reducir deuda externa e incrementar el empleo. De hecho, 4,6 millones de puestos de trabajo en España (más del 20% del total) dependen de la exportación de bienes y servicios.

A pesar de tan buenos datos, nuestra economía sigue presentando algunas debilidades que podrían interferir tanto en su competitividad como en su crecimiento futuro. No podemos obviar que seguimos acumulando una elevada tasa de desempleo, que el ratio de cobertura en el sistema de pensiones es de 1 pensionista por cada 2,3 empleados (y continúa estrechándose) y que, además, seguimos luchando por contener un déficit excesivo, aún en el entorno del 3%, que ha llevado el nivel de deuda pública a niveles cercanos al 100% del PIB. Todo ello sin mencionar el estancamiento que registra el crecimiento de la productividad, provocado entre otras razones por la insuficiente inversión en I+D+i. Se trata de problemas a los que habrá que dar respuesta sin dilación, porque nos jugamos buena parte del éxito económico en el medio y largo plazo, y la internacionalización, sin duda, deberá ser una de las soluciones.

El catálogo de prioridades a acometer por España en este campo es amplio, y entre las medidas urgentes debería figurar la necesidad de ampliar la base exportadora, que es aún muy reducida, a pesar de que ha aumentado un 30% en los últimos años el número de exportadores regulares. De hecho, únicamente 1.000 empresas (menos de 1% del total de exportadores) generan más de dos terceras partes del total de las ventas de productos al exterior. Para ello es fundamental que aumente el tamaño medio de las pymes, muy inferior al de nuestros principales competidores europeos. Está demostrado que las empresas medianas son mucho más exportadoras que las pequeñas.

Conseguir este objetivo pasaría por lograr una mejora del entorno empresarial, que tantas veces se interpone en el crecimiento de las empresas, y que incida sobre la educación, adecuándola a las necesidades del mercado de trabajo; la fiscalidad, no limitando el aumento de tamaño de las pymes; la financiación; el marco laboral, y la simplificación del entramado regulatorio.

Otra de nuestras asignaturas pendientes es diversificar mercados. Estamos pensando en países como Estados Unidos, China o Japón, que suponen el 27% de la importación mundial pero que absorben sólo el 8% de nuestra exportación, lo mismo que proyectar nuestra inversión directa en el extranjero (donde ocupamos una nada desdeñable duodécima posición a nivel mundial) hacia regiones que presentan un gran potencial de crecimiento en los próximos años, como pueden ser Asia o África. En estas áreas, nuestras inversiones directas apenas si representan un 3%, mientas que en la Unión Europea y en Latinoamérica suponen el 71% del total.

Precisamos, entre otras medidas, reforzar nuestra diplomacia comercial, intensificar las acciones de información y promoción, no penalizar fiscalmente la actividad internacional y dotarnos de esquemas públicos oficiales de financiación más agresivos para las regiones donde nuestra presencia empresarial es escasa, en línea con lo que hacen nuestros competidores. Por cierto, una medida muy beneficiosa sería que los presupuestos de organismos públicos de apoyo a la internacionalización, como el ICEX, regresasen a niveles precrisis.

Hace unos meses, las empresas exportadoras recibimos con esperanza la iniciativa del Gobierno bautizada con el nombre de “Estrategia de Internacionalización de la Economía Española 2017-2027”. Sin duda, un extraordinario ejercicio de diagnóstico y planificación que aún permanece a la espera de concreción y dotación presupuestaria adecuada. Otras iniciativas como, por ejemplo, el Plan África, pendiente de aprobación, o el Plan de Internacionalización del Transporte y las Infraestructuras, aunque parciales, son pasos en el buen camino. Esperemos que el nuevo Gobierno haga suyas estas aspiraciones y eleve a rango de política de Estado el objetivo de internacionalización que requiere nuestra economía para consolidar su recuperación.