Malasia: una economía abierta y en transformación

Antonio Bonet (presidente del Club)
Empresa Exterior
25 de septiembre de 2020

Mapa de Malasia. Fuente: Google Maps


La participación de España en el comercio mundial, con ser siempre mejorable, puede decirse que guarda relación con el tamaño medio de nuestra economía. Mantenemos una cuota mundial del 1,8% en el comercio de mercancías y del 2,6% en el comercio de servicios, según los datos de la OMC relativos a 2019. Sin embargo, nuestra posición se desequilibra cuando analizamos nuestra presencia en el sudeste asiático. Esta es prácticamente testimonial en la región, a pesar de ser una de las más dinámicas del mundo y haber logrado resistir con relativo éxito el impacto de la pandemia provocada por el COVID-19.

Entre los países que conforman la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), Malasia destaca por ser una economía de tamaño medio (su población supera los 32 millones de habitantes), con una renta per cápita superior a los 10.000 dólares anuales, sólo superada por Singapur y Brunéi, y con un clima de negocios bastante favorable. Según el índice Doing Business del Banco Mundial, Malasia ocupa el puesto 12 sobre un total de 190 países, por delante de Alemania, Canadá o la propia España.

En el periodo 2010-2019, el país ha experimentado una notable expansión económica, con un crecimiento medio anual del 5,3%. Sin embargo, este ritmo se verá truncado este año. La “coronacrisis” llevará a su economía a la recisión, muy afectada por las alteraciones en las cadenas globales de valor y por el descenso del turismo. A pesar de todo, las previsiones del Fondo Monetario Internacional apuntan a una contracción del PIB de apenas un 3,8%, una cifra que puede parecer envidiable para otras regiones del mundo.

De cara al futuro, las autoridades del país aspiran a diversificar el modelo productivo, poniendo más énfasis en el campo tecnológico y reduciendo el peso de las materias primas, en especial petróleo y gas, en su cesta exportadora. Así se recoge en el plan Shared Prosperity Vision 2030, en el que se identifica una serie de sectores prioritarios para el desarrollo del país, entre los que figuran la economía verde, las energías renovables, la industria halal, la logística, el transporte y la movilidad sostenible, la economía digital, la agricultura de alto valor y las finanzas islámicas, entre otros.

Malasia presenta una tasa de apertura al exterior superior al 100% de su PIB, en consonancia con su alto nivel de integración en las cadenas globales de valor. El año pasado, exportó mercancías por valor de 238.000 millones de dólares, mientras que sus importaciones ascendieron a 205.000 millones. Sus principales socios, tanto en flujos de exportación como de importación, son China, Singapur y Estados Unidos, siendo los materiales eléctricos y mecánicos, así como los combustibles, las principales rúbricas en ambos sentidos.

Si nos fijamos en el comercio entre España y Malasia, éste alcanzó cifras históricas el año pasado, dentro de los valores tan ajustados en los que se mueve. Las exportaciones españolas de bienes, constituidas en su mayoría por productos de acero inoxidable, aparatos y equipos eléctricos y mecánicos, y combustibles, sumaron 608 millones de euros, mientras que las importaciones supusieron 1.178 millones, predominando los productos químicos, los aparatos y equipos eléctricos y mecánicos, y el aceite de palma. También es reducido el intercambio de servicios entre los dos países, si bien en este apartado la balanza comercial es favorable para España, con unas exportaciones de 185 millones frente a unas importaciones de 111 millones.

Durante las últimas décadas, uno de los motores de crecimiento de la economía malasia ha sido la inversión extranjera directa. Según los datos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), el país acumula un stock total de 169.000 millones de dólares, cifra equivalente al 46,3% de su PIB. Para España, se trata del segundo destino de nuestra inversión en la región ASEAN, después de Singapur, con el sector de la metalurgia como principal foco de negocio.

Entre los factores que favorecen la actividad comercial y económica entre España y Malasia figura el acuerdo de promoción y protección recíproca de inversiones, vigente desde 1996, así como el convenio de doble imposición, en marcha desde 2008. Y, sin duda, sería óptimo contar con un tratado de libre comercio como el que existe, por ejemplo, entre la Unión Europea y Vietnam. Desgraciadamente, a pesar de haberse iniciado las negociaciones entre Bruselas y Kuala Lumpur en 2010, éstas se encuentran actualmente paralizadas.

Habida cuenta de la necesidad de la diversificación geográfica que presentan las exportaciones e inversiones españolas en el exterior, Malasia y el resto de los países del sudeste asiático pueden constituir una interesante oportunidad de negocio para nuestras empresas. Sin duda, lo es especialmente en sectores como el de la electrónica, las infraestructuras de transporte ferroviario, el tratamiento de agua, las energías renovables o la gestión de residuos urbanos.