Ni un paso atrás en comercio exterior
Antonio Bonet (presidente del Club)
Expansión
1 de diciembre de 2018
El cambio de tendencia en el comercio exterior español es un hecho que presenta escaso margen de interpretación: las exportaciones de bienes en septiembre han disminuido un 4,6%, lo que constituye la primera caída que se produce en este mes desde el año 2012. Es cierto que entre enero y septiembre de este año, las exportaciones españolas de bienes ascendieron un 3,2% respecto al mismo periodo del 2017, pero esto es 5,9 puntos menos que el incremento registrado hace tan solo un año.
El que la exportación esté dando claros síntomas de desaceleración significa que dejará de ser el principal motor del crecimiento económico en España. Actualmente el sector exterior supone nada menos que el 34% del PIB español. En los últimos años, el esfuerzo de internacionalización realizado por nuestras empresas ha llevado a España a ser el decimoséptimo exportador mundial de mercancías y el undécimo exportador de servicios
Es posible que alguien piense que hacemos un análisis excesivamente negativo cuando las ventas al exterior en los nueve primeros meses de este año son mayores que en el mismo periodo del año anterior. Pero lo cierto es que en 2018 ya no encabezamos el crecimiento de las exportaciones en la Unión Europea ni ganamos cuota de mercado en el comercio mundial, con el agravante añadido de que este cambio de tendencia se produce en un contexto de desaceleración económica internacional que, por fuerza, limitará la capacidad exportadora de nuestras empresas.
La zona euro, nuestro mercado exterior natural, registró en el tercer trimestre del año un avance del 0,2% en su PIB, el ritmo de crecimiento más lento en los últimos cuatro años, con un significativo retroceso en la economía alemana. En este contexto, el resurgimiento de las amenazas populistas en el Viejo Continente introduce elementos añadidos de incertidumbre sobre el propio proyecto político y económico europeo. No hace falta recordar el caso de Italia, cuyo Gobierno parece instalado en un estado de indisciplina fiscal que mina la confianza económica y monetaria de la eurozona, o la retirada del Reino Unido del mercado único, que ya enfila su última fase.
Si miramos al otro lado del Atlántico, la exacerbación de las tesis proteccionistas que propugna el presidente Trump, unido a la instauración de una política de sanciones con efectos extraterritoriales, supone también un freno al crecimiento del comercio mundial.
Y todo esto ocurre en un momento en que la economía española se está desacelerando. Es, por tanto, imprescindible que el sector exterior mantenga su fortaleza exportadora, y para conseguirlo nos enfrentamos a dos retos: uno externo y otro interno.
La postura de nuestro Gobierno frente al desafío exterior, en coincidencia con la estrategia comunitaria, es acertada. Su apuesta se ha dirigido a defender el multilateralismo y apoyar la firma de nuevos tratados comerciales, ejerciendo de contrapeso al proteccionismo norteamericano. Ello puede proporcionarnos interesantes oportunidades comerciales con países y áreas económicas en el mundo donde hasta el momento nos encontrábamos infrarrepresentados.
El reto interno es aumentar la competitividad internacional de sus empresas. Sin lugar a dudas, el sector exterior ha sido el motor del crecimiento en España. No podemos permitirnos que se estanquen nuestras exportaciones mientras se desacelera la economía española. Por eso, se hace imprescindible que el Gobierno adopte medidas encaminadas a promover la competitividad, como por ejemplo impulsando un aumento de tamaño de las pymes, y dotándonos de un sistema educativo y de investigación que conecte con las necesidades reales de las empresas. Además, no debemos ceder a la tentación de incrementar la fiscalidad a las empresas y debemos ser prudentes con la revisión de los costes salariales y las cotizaciones sociales, amén de adoptar una política presupuestaria que garantice el equilibrio fiscal y que esté orientada a la necesaria reducción de la deuda pública. Asimismo, necesitamos marcos regulatorios estables, que generen confianza de cara a la inversión, y políticas que miren al largo plazo en asuntos como el impulso empresarial, creando las condiciones para que arraigue el emprendimiento.
En lo que se refiere al apoyo específico a la internacionalización, en España tenemos herramientas adecuadas y funcionarios competentes y dedicados. Pero se debería hacer un ajuste de los instrumentos al servicio de las empresas exportadoras. Nos referimos, por ejemplo, a aumentar la cobertura del seguro de crédito en mercados africanos (al igual que hacen nuestros competidores europeos), utilizar por completo los presupuestos del FIEM y el Fonprode, potenciar el papel de las Oficinas Comerciales en el exterior o mantener el Programa de Becas del ICEX, que tan buenos resultados nos ha dado desde su creación hace 43 años.
Desde el Club de Exportadores e Inversores estamos a disposición de las autoridades públicas para analizar estas propuestas y seguir contribuyendo, como venimos haciendo desde hace 21 años, a la creación de un entorno favorable a la internacionalización de las empresas españolas.