Urge aplicar reformas para impulsar el ciclo

Antonio Bonet (presidente del Club)
Expansión
18 de septiembre de 2018

La ralentización de las exportaciones de mercancías en el primer semestre del año constituye una seria llamada de atención para la economía española. No en vano, estamos hablando del que ha sido principal motor de crecimiento en estos últimos ocho años. Es cierto que los datos no son todavía concluyentes, pero muestran una tendencia que conviene tomarse muy en serio.

Las cifras oficiales de ventas al exterior en la primera mitad del año arrojan un aumento de apenas el 2,9%, cuando hace un año mostraban un dinamismo cercano al 10%. En el conjunto de 2017, España creció en términos de exportaciones más que sus principales competidores europeos: más que Alemania Francia e Italia, e incluso por encima de gigantes como Estados Unidos y China. Hoy, sin embargo, esta tendencia se ha dado la vuelta: todos esos países están aumentando sus exportaciones más que España. La conclusión es clara: perdemos cuota de mercado con respecto a las principales economías del mundo.

Todo ello ocurre en una fase de ralentización del PIB, que crece actualmente a una tasa interanual del 2,7% cuando hace un año lo hacía al 3,1%. En ello influye una menor contribución del consumo interno, que avanzó sólo un 0,2% en el segundo trimestre de 2018. Baste recordar que veníamos de niveles superiores al 2%.

Estos signos de desaceleración se producen en un contexto económico interno que presenta evidentes debilidades de tipo estructural y que pueden comprometer seriamente nuestra competitividad futura. No podemos obviar que seguimos acumulando una elevada tasa de desempleo, superior al 15%, y que aún seguimos luchando por contener un déficit excesivo, situado en el entorno del 3%, lo que ha llevado la deuda pública a niveles cercanos al 100% del PIB. A todo ello se suma el estancamiento que registra el crecimiento de la productividad, provocado entre otras razones por la insuficiente inversión en I+D+i y por un sistema educativo que no termina de dar respuesta a las necesidades reales del sistema productivo.

Como antídoto a este cuadro disfuncional de nuestra economía, España necesita dar respuesta sin dilación a estos desafíos, y a ser posible desde una situación de crecimiento, como la que hemos registrando desde finales de 2013. Para ello, deberíamos concentrarnos en la mejora de aquellos factores que dependen de nuestro ámbito de decisión, como pueden ser la adopción de políticas que fomenten la iniciativa empresarial, el emprendimiento y el impulso al desarrollo del tejido productivo. En este sentido, un decidido apoyo al sector exterior resulta altamente deseable, lo mismo que medidas fiscales que opten por moderar el gasto público y favorezcan la contención en materia de impuestos.

Debemos acometer estas tareas sin dilaciones ni complejos, entre otras cosas porque esta vez no parece que los vientos procedentes del exterior vayan a soplar a nuestro favor, como ha ocurrido en los últimos años. Hace tiempo que la política monetaria en Estados Unidos optó por la subida de tipos, e idéntico camino tomará a corto/medio plazo el Banco Central Europeo, que además ya ha puesto fecha de caducidad a la compra masiva de deuda pública y privada. Todo ello encarecerá la financiación de nuestra deuda y, previsiblemente, detraerá recursos financieros limitando la inversión y el consumo.

Otros dos factores exógenos a tener muy en cuenta son, por un lado, la deriva proteccionista impuesta por el presidente Trump, unida a una política de sanciones internacionales que se ha empezado a filtrar en la marcha del comercio internacional y, por otro, el débil crecimiento económico que describe la Unión Europea, a la postre nuestro principal mercado en el exterior.

El sector exterior ha sido desde 2010 el gran protagonista del crecimiento que ha experimentado la economía española y, dada nuestra situación interna, parece que es el más adecuado para seguir ejerciendo en el futuro esta función de arrastre. Hemos conseguido en los últimos ocho años elevar las exportaciones de bienes y servicios en un 64%, hasta colocarlas en más de 400.000 millones de euros, nada menos que el 34% del PIB, cuando venía de representar un exiguo 23%. Además, España ha sido una de las pocas economías desarrolladas que han logrado mantener en los últimos años su cuota de mercado en el comercio internacional. El pasado ejercicio generamos el 1,8% de las exportaciones mundiales de mercancías y el 2,6% de las exportaciones mundiales de servicios. Se trata de logros altamente meritorios teniendo en cuenta el auge de las economías emergentes, y que debemos principalmente al empuje de nuestras empresas.

¿Tenemos potencial para mantener esta pujanza en el futuro? Claramente sí. Pero dependerá de nuestra ambición como país para dotarnos de una política de Estado en materia de internacionalización, como proponemos desde el Club de Exportadores e Inversores Españoles. Ello requiere la puesta en marcha de diferentes medidas por parte de varios ministerios, no solo del responsable de comercio exterior.

Entre sus objetivos, debería figurar la adopción de políticas que permitan a las pymes ganar tamaño, pues está demostrado que es un factor fundamental para impulsar y consolidar la actividad internacional de las empresas. Precisamos también de incentivos para aumentar la exportación regular. El año pasado, exportaron mercancías 162.000 empresas españolas, pero sólo el 31% lo hace de forma regular. Además, el 76% del total exportó menos de 50.000 euros, lo que constituye una cifra muy modesta.

Aparte de medidas para aumentar la oferta y la capacidad exportadora, es preciso mejorar las políticas específicas de promoción comercial. No se trata de cambiarlas, sino de hacerlas más eficientes. En el terreno de financiación de exportaciones, adoptando decisiones más agresivas en cuanto a coberturas de seguro de crédito en países emergentes (igual que hacen nuestros competidores), agilizando procedimientos o dotando adecuadamente al Convenio de Ajuste Recíproco de Intereses, por ejemplo. También en el ámbito de la diplomacia comercial, potenciando nuestra red de embajadas y oficinas comerciales en África y Asia e incrementando los viajes de Estado de carácter comercial, en línea con lo que hacen otros países de la UE. Y en materia de promoción e información comercial, aumentando el presupuesto del ICEX hasta niveles pre-crisis.

En definitiva, si queremos mantener el crecimiento económico y reducir el desempleo, necesitamos potenciar la internacionalización de nuestras empresas.