“Cambio de paso en el sector exterior”, por Antonio Bonet (Expansión)
Antonio Bonet (presidente del Club)
Expansión
7 de octubre de 2017
El sector exterior se ha revelado en estos años de crisis como uno de los más dinámicos, si no el que más, de nuestra economía. Primero constituyó un factor para amortiguar los efectos de la contracción del consumo en el mercado interior, y en un segundo momento, ha supuesto la mayor inyección de crecimiento para nuestra economía. Si echamos la vista atrás, comprobaremos cómo las exportaciones españolas de bienes y servicios en el periodo comprendido entre 2009 y 2016 han crecido un 50% hasta representar ya un 33% de nuestro PIB, registrando cotas que no tienen parangón con ningún otro país de nuestro entorno, salvo Alemania.
Hay quien habla del “milagro español” para explicar este comportamiento de nuestra economía, pero si queremos realmente profundizar en el origen de este éxito, no encontraremos otra cosa que la valerosa decisión de muchas empresas, en su mayoría pymes, para salir de su zona de confort e ir al encuentro del mercado en diversas áreas geográficas en el mundo. Espoleadas por la caída de las ventas en el mercado nacional, muchas de estas pymes han dado el salto a los mercados internacionales y han podido comprobar cuál era su auténtica capacidad competitiva, que como diría Herman Simon, había permanecido hasta ahora oculta. Él habla de los “campeones ocultos del siglo XXI”. Baste para corroborar esta aserción que en el periodo de crisis el número de empresas exportadoras regulares se incrementó un 25%.
Una vez superada la crisis, cuando nuestra economía lleva 15 trimestres evolucionando en positivo y con unas tasas de crecimiento que, por tercer año consecutivo, ronda el 3%, el Gobierno se ha planteado que ese “milagro exterior” trascienda la condición de fenómeno puntual y se convierta en un comportamiento estructural de nuestra economía. De esta manera, hace unos días el Consejo de Ministros aprobaba la Estrategia de Internacionalización de la Economía Española 2017-2027. Se trata, qué duda cabe, de una muy buena noticia para nuestra economía y para nuestras empresas. Por primera vez se concibe un plan de acción con la vista puesta en el largo plazo y se ponen los cimientos para que, como muchas veces hemos reclamado desde el Club de Exportadores e Inversores, la internacionalización de la economía española se convierta en una política de Estado.
El mencionado plan de acción acierta a la hora de hacer un diagnóstico de la situación actual y de las necesidades que presenta nuestra economía para lograr ampliar la base de las empresas exportadoras, poniendo especialmente su foco en las pymes. Una condición necesaria es que aumente su tamaño, para lo que hay que afrontar retos derivados de la innovación, la digitalización y el desarrollo del capital humano. Sin embargo, como ocurre con todo manifiesto de intenciones, habrá que esperar para ver cuáles son las medidas y acciones concretas.
Siempre hemos dicho que el problema de la política de internacionalización de nuestra economía no pasa tanto por crear nuevos instrumentos, como por perfeccionar los ya existentes y, sobre todo, asignar recursos presupuestarios adecuados a políticas que afectan directa e indirectamente a la internacionalización. España dispone de una amplia batería de instrumentos de fomento de la internacionalización: financieros, de información, de promoción, etc. Por eso pensamos que, a partir de esta nueva visión que parece planear sobre el sector exterior con la recién aprobada Estrategia del Gobierno, éste debería ser consecuente con su planteamiento e incorporar de forma efectiva a todos los departamentos ministeriales con competencia directa o indirecta sobre este campo.
Sería recomendable, por ejemplo, que el Ministerio de Hacienda procediera a la aprobación de medidas fiscales e impositivas como la deducibilidad de pérdidas de filiales y establecimientos permanentes en el extranjero, o gastos de UTEs en el exterior, tal y como tienen nuestros competidores europeos. De esta manera, aligeraríamos las cargas de muchas empresas cuya salida al exterior supone un extraordinario esfuerzo financiero que, sobre todo en los primeros momentos, puede llegar a minar el proyecto. Facilitaría también la implantación en el exterior que se amplíe el número de países con los que España tiene convenios de doble imposición. O que desde el Ministerio de Asuntos Exteriores se procediera a reforzar o abrir embajadas en zonas donde nuestra presencia es reducida y el potencial de crecimiento es elevado, como el África subsahariana. Otro tanto debería ocurrir con el fomento a la participación de las empresas españolas en la ejecución de proyectos de cooperación al desarrollo financiados por España, como lo hacen otros países como Alemania, Francia o Reino Unido.
En definitiva, bienvenida sea esta Estrategia de Internacionalización 2017-2027 que plantea el Gobierno. Sobre las bases del terreno ganado en estos últimos años de crisis en este campo, nuestra meta ahora es alinearnos en intensidad y objetivos con las políticas de nuestros socios comunitarios, que compiten con nosotros en terceros mercados. España tiene capacidad suficiente para competir en igualdad de condiciones con el resto de los países OCDE. Es necesario, para seguir creando empleo y riqueza en nuestro país, no cejar en el intento.