China: capacidad de resiliencia y buenas oportunidades de negocio

Antonio Bonet (presidente del Club)
Empresa Exterior
22 de mayo de 2020

Mapa de China. Fuente: Google Maps


Si 2020 comenzó con buenas noticias en lo que se refiere al comercio internacional, la crisis del coronavirus las ha disipado. Efectivamente, después de casi dos años de tensiones bilaterales, a mediados de enero China y Estados Unidos firmaban un preacuerdo por el cual el Gobierno de Donald Trump congelaba los nuevos aranceles a China y, a su vez, el régimen de Pekín se comprometía a incrementar sus importaciones procedentes de Estados Unidos en 200.000 millones de dólares. Todos los analistas coincidieron en que esta tregua aminoraría la incertidumbre y supondría un estímulo para la economía mundial.

Pero lo que apuntaba a unas mejores perspectivas para el comercio mundial quedó truncado rápidamente por la pandemia. La economía china, por primera vez desde 1976, ha entrado en recesión. Entre enero y marzo, su PIB ha sufrido una caída del 6,8% respecto al primer trimestre de 2019, con una especial incidencia en el sector industrial (-9,6%). Y por otra, Estados Unidos parece haber reabierto la guerra comercial con China amenazando con nuevas subidas de aranceles y sanciones económicas.

Debemos recordar que China es la segunda economía del planeta, responsable de una sexta parte de la producción mundial. En los últimos años, el país viene registrando una cierta desaceleración que las autoridades locales atribuyen, en parte, al cambio en el modelo productivo, más orientado ahora al consumo interno y a los servicios. No obstante, sigue presentando un extraordinario dinamismo. El año pasado, registró un alza del 6,1% en el PIB, lo que representa un tercio del crecimiento mundial en 2019.

Ciertamente, la crisis del COVID-19 ha tenido un impacto muy significativo en la economía del país, pero el sistema productivo está en marcha de nuevo y ya se aprecian señales de recuperación. Si atendemos al Fondo Monetario Internacional, China será, junto con la India, la única gran economía del mundo que cerrará el año en positivo, con un aumento del PIB del 1,2%.

En lo relativo al comercio, China es desde hace años el primer exportador y el segundo importador mundial de bienes. En 2019, vendió mercancías al exterior por valor de 2,5 billones de dólares, mientras que las importaciones rozaron los 2,1 billones. Los capítulos más importantes de la exportación china son los equipos mecánicos y eléctricos, con un alto componente tecnológico (teléfonos, circuitos electrónicos…). En cuanto a las importaciones, predominan también los aparatos mecánicos y eléctricos, junto con los combustibles y los productos minerales. Por países, los principales suministradores de la economía china son Corea del Sur, Japón y Taiwán, mientras que Estados Unidos, Hong Kong y Japón son los clientes más destacados.

Es importante destacar que el comercio bilateral entre España y China se encuentra en niveles históricos. El año pasado, la exportación española de mercancías alcanzó los 6.800 millones de euros, mientras que las importaciones superaron los 29.000 millones. China se consolida, pues, como el tercer proveedor mundial de la economía española, sólo por detrás de Alemania y Francia. A grandes rasgos, España compra a China productos informáticos, textiles y maquinaria, mientras que exporta alimentos, productos químicos, maquinaria y componentes de automoción.

Si bien la balanza de mercancías es muy deficitaria para la economía española, en el terreno de los servicios nuestro país registra un ligero superávit: en 2019 nuestras exportaciones ascendieron a 1.622 millones de euros frente a 1.477 millones de importaciones.

En términos de inversión extranjera directa, China es uno de los destinos más relevantes del mundo, con un stock superior a 1,6 billones de dólares, según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD). El stock procedente de España, superior a 3.300 millones de euros, tiene sus principales focos de negocio en la industria automovilística, en la fabricación de maquinaria y en el sector financiero. Se estima que hay unas 600 empresas españolas implantadas en suelo chino.

Desde el Club de Exportadores e Inversores, creemos que España tiene una presencia en China notablemente inferior a la que le corresponde por su cuota en el comercio internacional y la inversión extranjera. En el ámbito comercial, las oportunidades de crecimiento pueden venir por los productos industriales y tecnológicos y los bienes de consumo de alta gama. En el campo de la inversión, existen perspectivas interesantes en energías renovables, distribución comercial, gestión de agua y de residuos, al igual que en los servicios de educación, sanidad, turismo, ocio y deporte.

Sin duda, 2020 será un año duro para el comercio internacional, en contra de lo que se vaticinaba en enero a raíz del preacuerdo comercial entre Estados Unidos y China. La pandemia de COVID-19 ha desbaratado todas las previsiones. Sin embargo, China y, en general, los países asiáticos han sabido gestionar de forma acertada la crisis sanitaria y ello se traduce en que tendrán un mayor dinamismo económico frente a otras regiones del mundo. Por ello, las empresas españolas con actividad internacional no se equivocarán si dan prioridad al mercado chino en sus estrategias de crecimiento.